Los tres grandes volcanes de Arequipa son una cadena montañosa volcánica que posee actualmente actividad de azufre y una gran altitud que representa un reto constante para los alpinistas e investigadores.
Se trata de 3 volcanes que poseen una sacralidad mística y una monumentalidad majestuosa, con un trasfondo cultural y religioso que ha pasado a través de las generaciones adquiriendo diversos sentidos y valores que han hecho de estos volcanes, lugares de culto con el paso del tiempo y que aún se conservan vestigios de lo que alguna vez fueron las primeras civilizaciones andinas.
Volcán Chachani
Comenzaremos hablando del Chachani, El Volcán Chachani es un macizo volcánico que posee 6057 m de altura que corona la ciudad de Arequipa de una forma majestuosa.
Al igual que sus vecinos los otros dos volcanes Misti y Pichu Pichu, el Chachani fue una montaña reconocida como deidad por los Incas, por lo que su cima es un santuario de altura.
Desafortunadamente, el santuario en la cima del nevado fue intensamente alterado durante largos periodos de tiempo, cuando se realizaban actividades orientadas a la extracción de azufre.
Sus laderas han sido cantera para la extracción del sillar blanco empleado en la construcción de iglesias y claustros católicos durante la colonia. En la cima del monte se ha documentado el evento más antiguo de saqueo en alta montaña, puesto que su cumbre fue intervenida finales del siglo XIX.
La cima está muy afectada por pozos de excavación realizados para la extracción de azufre y para la depredación de la riqueza arqueológica del sitio. La arquitectura prehispánica del sitio ha sido completamente destruida, al punto que no quedan vestigios de muros visibles en superficie.
Sólo pueden divisarse los escombros amontonados a los lados de los pozos abiertos por la dinamita.
Volcán Pichu Picchu
El Pichu Pichu se trata de un macizo conformado por múltiples cumbres o picos, como lo indica su nombre en el lenguaje nativo quechua. Se localiza a mayor distancia de la ciudad de Arequipa, cerrando la cadena de volcanes conformado junto al vecino volcán Misti y al Chachani antes mencionado.
La cumbre Coronado, a 5630 metros sobre el nivel del mar se destaca entre las otras cimas del Pichu Picchu por haber sido elegida por el Imperio Inca para la construcción de un santuario de altura en el que se realizaron diversos sacrificios humanos y ofrendas a los antiguos dioses. Eloy Linares Málaga publicó en los años sesenta dos trabajos con información del Pichu Pichu.
Los distintos sitios arqueológicos en el macizo fueron descubiertos sufriendo distintas dificultades técnicas por motivo de la climatología, la abrupta topografía del terreno y la presencia de hielo y nieve en el suelo, sobre las pendientes empinadas complicaba el tránsito seguro hacia la cima.
La exploración al volcán Pichu Picchu permitió apreciar el ingenioso modo de utilizar el espacio que los Incas lograron al utilizar la abrupta topografía de la cumbre y adaptarla a sus necesidades escénicas para realizar el ritual.
La actividad ritual se concentró en una plataforma realizada con muros de contención que se erigía sobre un angosto portezuelo a unos cien metros bajo la cima. Son excepcionales los santuarios de altura erigidos en cimas tan complicadas topográficamente como el pico Coronado del Pichu Picchu.
En la geografía del noroeste argentino, el único ejemplo comparable a esta majestuosidad podría ser por las plataformas en la abrupta cima del nevado de Chañi, tratándose de una roca granítica.
El santuario del Pichu Picchu fue explorado por Johan Reinhard y su equipo entre los años 1989 y 1997. Durante las expediciones lograron recuperar cadáveres momificados que se mantuvieron en conservación por las bajas temperaturas.
Volcán Misti
El Misti por su parte destaca por tratarse de un volcán cuya forma cónica destaca de las demás, con una cumbre que alcanza los 5822 metros sobre el nivel del mar. Es considerado como el monte tutelar de Arequipa, esto se debe a que la ciudad se desarrolla sobre las faldas y a los pies de este Volcán.
Este volcán actualmente permanece con actividad, ya que de su pico emanan constantemente, grandes fumarolas de azufre, que hacen alusión a las trágicas erupciones que protagonizarán en el pasado estas tierras andinas. Tal como aquella trágica erupción de 1440, que devastó el sur del Perú y cuya magnitud colosal llevó al entonces líder del imperio, Inca Pachacutec a viajar hasta Chachani, Misti y Pichu Picchu, los volcanes sagrados.
El volcán Misti fue investigado por Reinhard y Beorchia Nigris en 1980. En aquella época se localizaron un conjunto de ruinas que tenían diversos recintos ceremoniales y dos grandes círculos situados sobre el interior del cráter, en el sector noroeste. El poco tiempo que se tuvo para observar no permitió determinar con precisión vestigios culturales del sitio.
Los Incas construyeron el santuario del Misti en un sector del labio interior del cráter, al borde en las abruptas pendientes que conducen al domo activo del volcán. El emplazamiento del santuario sugiere que los rituales que ahí se realizaban estaban ligados con el apaciguamiento de la ira del volcán.
Esta hipótesis tiene sustento en el hecho de que la orientación de la arquitectura del mismo no se corresponde con los puntos cardinales como habitualmente podemos observar en todas sus obras sacras, en los santuarios de montaña, pero en este caso particular de Misti, se adapta a los contornos del borde del cráter, siguiendo entonces la topografía de las pendientes.
Las ofrendas que se encontraron en el sitio fueron piezas cerámicas, metalúrgicas y malacológicas típicamente incaicas, de la parte superior de las estructuras funerarias se recuperaron valvas de Spondylus, textiles y estatuillas.
Los ajuares de las tumbas encontradas, comprenden objetos de cerámica como platos, jarras, escudillas y ollas, vasos o keros de madera y conjuntos de estatuas con formas humanas. Llama la atención la división de géneros recreada en ambas tumbas, siendo el contexto funerario del primer círculo femenino y el del segundo netamente masculino. Las estatuillas depositadas en ambos son femeninas y masculinas respectivamente.
Leyenda de los tres Volcanes
Una de las leyendas más conocidas y aceptadas por los arequipeños es la del Indio Dormido, la cual se dice ocurrió en un pasado muy remoto, tradición que avanza entre las generaciones, pero difícil acertar cuando sucedió. No hay registro.
En el origen de los tiempos, un volcán actualmente denominado con el nombre de Pichu Pichu se enamoró perdidamente del volcán que estaba frente a él, cuya mirada, irradiaba una belleza única, el volcán que actualmente recibe el nombre de Chachani.
Los dioses reprobaron el romance entre ambos y se interpusieron cruelmente entre los amantes. Levantaron un soldado de piedra, hielo y fuego entre ambos, volcán que hoy en día se le conoce como Misti. Por lo que nunca más volvieron a verse frente a frente.
El ahora Pichu Pichu se llenó de furia. Ira de lo más intensa, y odio para aquellos que lo sumergieron en las amargas aguas de la soledad. Los dioses que protegen el día y se encargan de custodiar la noche no dudaron, ni tampoco la madre tierra, las nubes se encargaron de traer un cataclismo que abrió la tierra. Pichu Pichu, sin ganas de continuar sin ver a su amada, cayó firmemente de espalda sobre la cumbre más alta y, así nomás, sin volver a abrir los ojos, se durmió eternamente hasta el último de los días.
Actualmente a la distancia, puede verse la silueta bien definida del Indio Dormido, puede apreciarse su cuerpo y rostro además de las manos sobre el pecho, esperando que algún día pueda volver a ver a su gran amor para despertar de su sueño eterno.
Esta se trata de una versión más de las tantas leyendas que tienen los tres volcanes de Arequipa, Perú. Leyendas que se transmite con tanta fascinación que son de gran valor en la sociedad y la cultura local, lo más importante es que aún perduren en tiempos modernos y se sigan preservando para la posteridad.
Conclusiones
La sacralidad que poseen las montañas en el paisaje del Perú se basa en su estrecha vinculación con el culto a los dioses, con la abundancia de las cosechas y la fertilidad del ganado; con el peregrinaje, la apropiación de territorios; con el poder de los sacerdotes andinos y con la supuesta calma o evasión de erupciones volcánicas u otros cataclismos naturales que podían provocar la devastación de su civilización.
La necesidad de prevenir la ira de los dioses y restaurar el equilibrio perdido por diversos factores, una breve interpretación de la sacralidad que se atribuye a los tres volcanes que rodean Arequipa.