En la Batalla de Tarqui se comprobó el genio militar del Mariscal Antonio José de Sucre, indiscutible padre de la Patria. Esta batalla fue el punto de inicio de nuestro desarrollo como nación, tanto así que el pueblo ecuatoriano recuerda esta fecha como el Día del Ejército, el Día del Civismo, la Unidad Nacional y el Día del Héroe Nacional.
Antecedentes de La Batalla de Tarqui
En 1821, el 28 de julio Lima había declarado su emancipación política del Perú, aclamada por José de San Martín, hecho ocurrido en la Plaza de Armas de dicha ciudad. No obstante, en la Serranía Central y al Sur del Perú aún restaban tropas españolas.
La libertad plena del suelo peruano se logró en los campos de Junín y Ayacucho participando en dichos eventos de guerra el ejército de la Gran Colombia, comandado por Simón Bolívar. Este era partidario de la independencia peruana ya que consideró necesario acabar con la amenaza realista que persistía aún en Sudamérica y que aún se concentraba en el Perú.
Después de la Batalla de Ayacucho, postrera batalla luchada en Sudamérica entre las tropas realistas (Corona Española) y el ejercito independentista (Patriotas). El Perú seguía bajo el gobierno de Simón Bolívar como dictador del Perú. Para la fecha, aún se encontraba establecida en la capital la III División de la milicia colombiana, que estuvo allí para formar parte de la campaña libertadora del Perú. Tras concluida dicha campaña la presencia de dicha tropa en esa ciudad ya no tenía sentido.
Bolívar abandonó Lima en 1826, para atender importantes problemas en la Gran Colombia, oportunidad en la cual prominentes integrantes del gobierno y el ejército del Perú decidieron eliminar el influjo bolivariano en el Perú. Para ello procedieron a reintegrar al territorio nacional la nueva República de Bolivia (el antiguo Alto Perú) que fue disgregada del Perú por Bolívar.
Además, querían proteger al suelo peruano frente a las pretensiones de Bolívar sobre las regiones de Tumbes, Jaén y Maynas, y dar libertad a la ciudad de Guayaquil para que escogiesen su destino, sin la imposición Grancolombiana. Para junio de 1827 los comicios legislativos aclamaron como mandatario del Perú al Mariscal José de La Mar quien al residir previamente en Guayaquil conservaba allí sólidos lazos comerciales.
La guerra entre la Gran Colombia y el Perú
La caída del influjo bolivariano en Bolivia precipitó la enemistad entre el Perú y Bolívar. Bolívar y Sucre se hallaban disgustados con el proceder de Gamarra y de las avanzadas peruanas; y mucho más, estimaban arriesgadas la influencia del Perú en Bolivia. Sucre, tomando la delantera a estos eventos, había indicado a Bolívar que “si el Perú toma Bolivia y la retiene, el sur de Colombia corre muchísimos riesgos”.
El derrumbamiento del gobierno vitalicio en Bolivia sucedido el 18 de abril de 1828 desencadenó los hechos y, en vistas de una clara declaración de guerra del lado de Bolívar, La Mar emite un Decreto, con fecha de 20 de mayo de 1828, que en su segundo artículo señala: “Se dispondrá al Ejército y a la Armada en alerta, en posición de resistencia o ataque a los ejércitos que atentasen a la dignidad del país. Haciendo público que, en el caso ineludible de una separación, el Perú no apuntará sus armas a las naciones hermanas de Colombia y de Bolivia, sino a sus actuales comandantes”.
Bolívar emitió el 3 de junio de 1828 Bolívar una agresiva proclamación contra los peruanos que finalizaba con estas expresiones fuera de control: “Tomad vuestras armas colombianas del sur. Llegad pronto a las fronteras peruanas y aguardad en tal sitio el momento de la vindicta. Mi llegada entre vosotros indicará el momento del combate”.
Bolívar declara la guerra al Perú
Al empeorar las condiciones se realizaron acuerdos a nivel diplomático entre el gobierno del Perú y Bolívar, las cuales no tuvieron éxito dado las persistentes exigencias de Bolívar al Perú, entre ellas:
- Pagar los gastos de la emancipación por la cantidad de 3.600.000 pesos.
- Disponer de reemplazos peruanos por las bajas colombianas padecidas en los combates contra los realistas; y
- Cesión de los territorios de Tumbes, Jaén y Maynas.
Estas demandas fueron consideradas por el Perú definitivamente exageradas e inadmisibles, y el 15 de julio de 1828 Bolívar, desagradado con la posición peruana, decretó formalmente la guerra al Perú. El mandatario La Mar admitió el desafío y con el consentimiento del Congreso se dispuso a hacer campaña en el norte comandando al ejército peruano. Este se encontraba organizado en tres Divisiones: La 1.ª del Norte, la 2.ª del Sur y la 3.ª de Reserva.
Esta estructura cambió en enero de 1829, cuando se estableció que la milicia estuviese constituida por 3 Divisiones de Infantería. La primera formada por el Batallón Ayacucho 1º de la Guardia Nº 1 y el Escuadrón Nº 8; la segunda, constituida por el Batallón Pichincha Nº 1 y el Escuadrón Zepita Nº 2 y la tercera organizada por el Batallón Ayacucho 1º de la Guardia Nº 2 y el Escuadrón Callao Nº 2. Con el Batallón Callao Nº 1 y las Agrupaciones de Cazadores de los Escuadrón: Ayacucho 1º de la Guardia Nº 2, Callao Nº 2, Pichincha Nº 1 y Zepita Nº 2 se conformó el grupo de reserva.
La milicia peruana igualmente estaba integrada por una División de Caballería formada por los Regimientos: Glorioso Húsares de Junín Nº 1, Lanceros del Callao y Dragones de Arequipa. Igualmente tenía una Batería de Artillería de Campaña (4 piezas) y suficiente armamento que sustentaría dos años de actividades. El General Agustín Gamarra era el Comandante en Jefe de esta tropa mientras que el Mandatario del Perú Mariscal José de La Mar fue el Director General de las Operaciones de Guerra. La Mar estructuró la tropa del norte (de 4500 soldados) a los que se suman 3100 que dirigió Agustín Gamarra.
Historia
A fines del año 1827, la Gran Colombia, cuyos miembros eran las regiones actuales de Venezuela, Colombia, Panamá y Ecuador, había ingresado a un periodo de desintegración, y no obstante los esfuerzos del Libertador Simón Bolívar por mantener su unidad, lentamente su organización se deterioraba.
Al mismo tiempo, en los meses iniciales de 1828 distintos eventos de naturaleza militar y política originaron gran tirantez entre Colombia y Perú, exponiéndoles a un posible enfrentamiento (el Ecuador aún no era un estado emancipado). El evento más relevante fue la invasión peruana de la provincia de Jaén y partes de la de Mainas, que eran posesiones de Colombia.
Para el 3 de marzo de 1828, Bolívar remitió al gobierno del Perú un categórico ultimátum: “…si cumplidos 6 meses a partir de la presente fecha, el Perú no hubiese entregado al Intendente del Azuay la provincia de Jaén y aquella sección de Mainas que solicita de la presidencia de Colombia, pensaría que no sólo el Perú lo rechaza, sino que deja a sus armas tal posibilidad…”
Sin esperar que se cumpliera el plazo condicionado por Bolívar, el Perú y su Congreso en su totalidad, decretó el 7 de mayo de 1828, ordenar al presidente Lamar que responda al requerimiento colombiano alegando y protegiendo los derechos del Estado. Además, le solicitó que se apreste al Ejército, así como a la Armada, a que estén alistados para comenzar la guerra que parecía inminente.
Cerco Naval
De tal manera que el 31 agosto la armada peruana trató de ejecutar un cerco naval al golfo de Guayaquil, para tal fin remitió a la corbeta “Libertad”, con poderosa provisión de armas. Ante tal circunstancia, el Capitán de Navío Tomás Carlos Wrigth fue al enfrentamiento con el invasor dirigiendo las corbetas “Guayaquileña” y “Pichincha”, y en las cercanías de “Punta Malpelo”, próxima a Tumbes, derrotó a la nao peruana la cual quedó totalmente destrozada.
Tras varios meses, el 22 de noviembre, toda la flotilla peruana se mostró frente a Guayaquil, y sin anuncio alguno disparó sobre la desprotegida ciudad una letal lluvia de metralla. Los ciudadanos de Guayaquil confrontaron a los invasores con esforzado valor; no obstante, la gran disposición mostrada en la ciudad para su resguardo no fue adecuado para sustentar su autonomía. De tal manera que, el 19 de enero de 1829, ante el potente fuego de los agresores, se vio en la obligación de firmar su rendición y admitir la toma militar peruana.
Aun así, el precio pagado por el Perú fue muy elevado: la perdida de algunas de sus naves y el fallecimiento del Vicealmirante Guise. A la par, Guayaquil era dominada por la armada peruana y el presidente del Perú, el Gral. José Domingo de Lamar, avanzaba con su ejército para comenzar la ocupación del Departamento del Sur.
Sus pretensiones ya eran del conocimiento de Simón Bolívar, quien sabia el contenido de una carta que el Gral. Heres había remitido al Gral. Urdaneta, en la que le indicaba: “Voy registrando aquí cosas muy interesantes, en una mesa pública, haciendo brindis Lamar por Santander, dijo que estaban allí por su llamado y por las propuestas de invasión sugeridas por él. El plan consistía en ir hasta Juanangú, llamar a un Congreso en Quito, y disgregar al Sur con el título de República del Ecuador. La Mar debía ser primer mandatario como nativo del Azuay, y Gamarra del Perú, luego de reunirle a Bolivia”.
Combate en Tierra
Efectivamente, las pretensiones de Lamar eran las de alcanzar una patriótica aspiración de José Joaquín de Olmedo, Vicente Rocafuerte y otros destacados guayaquileños. La formación de un Estado Soberano, la República del Ecuador, que estaría constituida por las regiones que habían sido parte de la Real Audiencia de Quito.
A inicios de enero de 1829, Lamar se aproximó con sus tropas hasta el Portete de Tarqui, en la parte sur de Cuenca, lugar donde se alistó para marchar sobre la ciudad. Comandaba una potente tropa de 8.000 hombres, formada por tres divisiones dirigidas por el Comandante en Jefe Mariscal Agustín Gamarra: la primera estaba constituida por los escuadrones “Primero de Ayacucho” y “No. 8”, bajo las órdenes del Gral. José María Plaza; la segunda, dirigida por el Gral. Blas Cedeño, la conformaban los escuadrones “Sepita” y “Pichincha”; y la tercera por el “Segundo de Ayacucho” y el “Callao”, liderados por Gral. José Prieto.
Esta gran milicia se suplementaba con la ayuda de un destacamento formado por Húsares, Granaderos y Dragones bajo el mando del Cmdte. Manuel Vargas. Para la fecha y estando Guayaquil estaba bajo el dominio del militarismo del Perú, el Gral. Flores se había movido desde Quito hasta Cuenca comandando una tropa de 4.000 hombres, a la espera del Gral. Antonio José de Sucre. A éste, Bolívar le había instruido de asumir el mando, y en conjunto planificar la maniobra para encarar al ejército ocupador.
Después de variadas refriegas y confrontaciones en distintos espacios de la zona, al no obtener contestación propicia a sus deseos de conciliación, Sucre y Flores se dispusieron para el gran combate. Ambos generales sabían de la gran ventaja numérica de las tropas peruanas, ante lo cual el camino a seguir era uno solo: Juntar el valor y estrategia.
Ocurrió de esa manera ya que el ejército de Colombia conformó dos divisiones: la primera, constituida por los escuadrones “Rifles”, “Cazadores del Yaguachi”, y “Caracas”, y los batallones 2 y 4 de Húsares, liderados por el Crnel. Luis Urdaneta; y la segunda formadas por los escuadrones “Cedeño”, “Quito”, “Pichincha” y “Cauca”, con los granaderos de a caballo “3ro. de Húsares” y “Dragones del Istmo”, comandados por el Crnel. Arturo Sandes.
La Batalla en Pleno
El trascendental conflicto, que se combatió el 27 de febrero de 1829, fue sangriento y pleno de muestras de heroicidad por los dos bandos. Pero la aparición de Sucre, las tácticas y el valor de Flores, y el arrojo de sus soldados, poco a poco dieron resultados. Los peruanos fueron vencidos en todas las batallas y sometidos a alejarse en retirada hacia las cañadas del altiplano de Tarqui, hasta que se desbandaron en su huida en busca de salvar su vida.
En ese día la perdida peruana fue de dos mil quinientos hombres entre fallecidos, heridos, presos y desaparecidos, así igualmente muchas armas, pertrechos, enseñas y gallardetes. La tropa colombiana apenas tuvo ciento cincuenta y cuatro muertos y doscientos seis lesionados.
El general Flores fue promovido en el propio sitio de combate a General de División; también el coronel O’Leary a General de Brigada. Sucre nunca se aprovechó de su triunfo, en contraste, dio instrucciones a sus delegados una sabia de paz, de acuerdo con los fundamentos de Oña. Sin embargo, tanto desprendimiento fue rechazado por los peruanos. Al caer la noche y complicarse la situación, Sucre emitió el correspondiente y perentorio ultimátum. Al tanto, estableció los honores, promociones y elogios.
Luego de la victoria, en el mismo lugar del suceso el Gral. Sucre mandó a elaborar una columna de jaspe, en cuya base instruyó colocar una leyenda que se lee: “La milicia peruana de ocho mil soldados que ocupó el suelo de sus libertadores, fue derrotado por cuatro mil bravos de Colombia, el 27 de febrero de 1829”. En una nueva oportunidad, en Tarqui, Sucre probó su gran amor por nuestra tierra y dirigió a su tropa a un nuevo triunfo.
Esta fue la única ocasión en que el gran Mariscal fue inclemente con el enemigo vencido, pero ese adversario había sido hecho libre por él mismo en la crucial Batalla de Ayacucho. Al próximo día, en las proximidades del campo de batalla, se suscribió el Tratado de Girón.
Personajes de la Batalla de Tarqui
Por el bando Grancolombiano estos fueron los más destacados personajes que intervinieron en la batalla y cuya actividad fue decisoria para el curso de los acontecimientos:
- Simón Bolívar: primer mandatario de la Gran Colombia
- Antonio José de Sucre: general a cargo de planear las tácticas para confrontar al ejército ocupador
- Juan José Flores: gobernador del estado de Ecuador y jefe del ejército
- Tomás Carlos Wright: capitán de navío de la milicia Gran Colombina
- Juan Illingworth Hunt: general grancolombiano
Por el lado del Perú destacaron en batalla los siguientes personajes los cuales tomaron decisiones de gran relevancia en el devenir del combate:
- Gral. José Domingo de Lamar: primer mandatario de Perú
- Mariscal Agustín Gamarra: comandante en Jefe de la tropa peruana
- José María Plaza: general peruano
Conferencia sobre la Batalla de Tarqui
El 11 de Febrero de 1829, se reúnen en el puente del río de Saraguro, el General de Brigada Tomás de Heres, y el Coronel Daniel Florencio O’ Learry, delegados el General Antonio José de Sucre, Jefe Superior de los Departamentos del Sur de Colombia y los Generales de Brigada don Luis José de Orbegoso y Teniente Coronel don José Villa, enviados del General Presidente de la República Peruana, para discutir y acordar los temas pendientes Estas conferencias se realizan con la idea de sentar los fundamentos para un acuerdo definitivo de paz.
Inician con el canjeo de sus respectivos poderes y reconociendo su legalidad empezaron la discusión. Exponen los segundos el artículo que prosigue: «El Gobierno de Colombia, retornará a todos los peruanos, que el General Bolívar llevó fuera del Perú tras la batalla de Ayacucho en sustitución de las bajas de la milicia colombiana que tuvo de auxiliar, y se someterá a otorgar una compensación por aquellos que no podrán retornarse al estar muertos o por otras razones justas».
«El General Heres y Coronel O’ Leary, reconocieron la expresión de General Bolívar, y solicitaron se cambiase por la de Presidente de Colombia, a lo que respondieron los delegados peruanos que habían utilizado esa expresión únicamente por la propiedad del lenguaje, pues se trataba de un acto realizado no como miembro del Poder Ejecutivo, sino como un General, y se acordó en el cambio solicitado. Se siguió la discusión sobre el articulo indicado, y se dieron alegatos por las dos partes sobre cuantos motivos consideraron convenientes, más no siendo posible un acuerdo propuso el señor O’ Leary el agregado que en seguida se indica».
«Y el Gobierno del Perú de su lado se responsabiliza a colocar en Guayaquil a los colombianos de la milicia auxiliar, que han fallecido por su emancipación, o que no pueda retornar por razones justos; u otorgará una reparación por ellos. No logrando acuerdo en esto los delegados peruanos, sugirió el señor Villa qué permaneciese este tema en el estado en que se encuentra, es decir, que el Perú no pudiese solicitar a los peruanos que se condujeron a Colombia, ni este país las sustituciones que pudiesen faltarle».
El General Heres expuso que se postergase esta discusión para después de haber tratado otros temas de importancia, y tras cierta repulsión de parte de los delegados peruanos, acordaron en esta propuesta. Los mismos colocaron a discusión lo que prosigue: «El Gobierno de Colombia se responsabiliza en cancelar al Perú todos los gastos fuera de lo ordinario ocasionados por esta guerra hasta qué sea firmado el tratado final de paz».
De las dos partes se manifestaron los motivos oportunos, y sugirió el General Heres el cambio que sigue:
«El Gobierno de Colombia se responsabiliza a pagar al Perú los gastos fuera de lo ordinario ocasionados por esta guerra, desde el día en que se entregó en Lima el escrito de su declaración, hasta el que llegó allí la inicial conminación a la paz. Y el Perú pagará a Colombia los que esta ha realizado, desde el indicado día, hasta que se suscriba el acuerdo final de paz. Ya llegada la noche se interrumpió la discusión, quedando en seguirla al próximo día, y se suscribió esta acta para su continuación, siendo firmada por los delegados ante nosotros los correspondientes secretarios».
El 12 de Febrero de 1829, en reunión en el puente de Paquishapa los delegados por el General Antonio José de Sucre, Jefe Superior de los departamentos del Sur de Colombia, y por el General Presidente de la República peruana, con el fin de proseguir la discusión aplazada, se adujeron por las dos partes las motivaciones que se consideraron oportunas. El General Heres expuso que ambas naciones debían renunciar a toda pretensión sobre lo señalado».
«No conformándose ni los delegados del Perú, ni el Coronel O’ Leary, expuso éste como medio para conciliar, que la resolución a este punto se llevase a un país mediador. Los delegados del Perú expusieron que, si este artículo no se aprobaba en las condiciones que se había propuesto, no podían seguir adelante las negociaciones. No lográndose acuerdo sobre el artículo, deshicieron la Comisión en acuerdo unánime indicando que desgraciadamente no podían acordarse las propuestas por ambas partes, y suscribieron esta acta ante nosotros los correspondientes secretarios».
Convenio de Girón
Tras el combate del Portete de Tarqui, el general José de La Mar suscribió el Tratado de Girón el 28 de febrero pero no desalojó Guayaquil, alegando que era vejatorio que Sucre mandará a erigir en el campo de batalla una columna conmemorativa. La Mar desaprobó en carta que remitió a Sucre desde Gonzamaná e interrumpió el Convenio de Girón hasta que las ofensas fuesen retiradas, siendo voluntario a su renovación si se reparaban los errores indicados.
Bolívar con mofa las calificó de «quejas de vieja», La Mar decía a estar dispuesto a seguir la guerra si no se hicieran los desagravios pertinentes. Igualmente, señalaba que el tratado debía ser conformado por el Congreso para que su validez. El tratado incluía los puntos a continuación:
- La milicia peruana habrá de desocupar todos los espacios del Estado de Quito.
- La desocupación deberá hacerse el 2 de marzo de 1829 y finalizar en el plazo no prorrogable de 20 días.
- En el Tratado final, que deberá suscribirse en Guayaquil, habrán de resolverse todos las reclamaciones del Perú y Colombia.
- Habrá de desalojarse Guayaquil, retirándose el bloqueo del Norte.
- Para los temas de límites, se aceptará como base la tesis del uti possidetis iure de 1810.
Finalmente, la tropa peruana desalojó Guayaquil y la placa conmemorativa se sustenta en la zona denominada «Victoria del Portete», próxima a la ciudad de Cuenca. No obstante, la guerra tuvo un final escabroso con el derrocamiento por parte del general Agustín Gamarra al mando del presidente La Mar, quien fue exiliado a Costa Rica.
A partir de allí se allanó el camino para el acuerdo de paz entre Perú y la Gran Colombia. El general Agustín Gamarra, ya como mandatario temporal del Perú, giro instrucciones al respecto. Las dos partes suscribieron el 10 de julio de 1829 el Armisticio de Piura, mediante cual se llegó a un armisticio de 2 meses, así como el retorno de Guayaquil a la Gran Colombia y la interrupción del bloqueo peruano a la costa pacífica grancolombiana, entre otros acuerdos.
Discurso sobre la Batalla de Tarqui
«Hoy, que se celebra el día del Ejército Ecuatoriano, hemos de reconocer que nuestra semblanza militar es base primordial de nuestro ser colectivo actual. Tarqui resplandece en el cenit de la Patria. La Batalla de Tarqui además de brillante modelo del talento militar del Mariscal Antonio José de Sucre, indudable padre de la Patria, fue el punto de arranque de nuestro desarrollo como nación. Fueron cinco las naciones que fueron favorecidos con su genio.
La Patria decretó al 27 de Febrero como el Día del Civismo, desde 1948, por resolución del mandatario Carlos Julio Arosemena Tola. Luego fue instaurado como Día de la Unidad Nacional, por disposición del presidente Jaime Roldós Aguilera. La fecha del combate del Portete de Tarqui se establece por costumbre como día del Ejército Ecuatoriano.
Hoy, conmemoramos el día del Ejército Ecuatoriano, tropa victoriosa en Tarqui y en el Cenepa, Milicia consolidada, experimentada, respetuosa de la democracia y sabedora de su papel en la colectividad. Este Ejército junto a las otras unidades de las Fuerzas Armadas, ejecutó una tarea fundamental para auxiliar a los afectados de la catástrofe del 16 de abril del año pasado.
Esta misma milicia ejerció con su obligación al proveer seguridad a los comicios electorales que concluyó su inicial etapa el 19 de febrero del año actual, como lo realizó con el mismo compromiso, en todos los eventos de elecciones sucedidos en el Ecuador desde 1979, cuando la nación retorno al orden constitucional.
La protección de la Patria implica combatir la desigualdad, la estrechez económica, la discriminación y la pobreza. En esta Batalla igualmente el Ejército Ecuatoriano tiene un relevante rol que cumplir. 27 de febrero, día del civismo, día de la unidad nacional, día del Ejército triunfante. En nombre del Gobierno Nacional declaro nuestras congratulaciones al Ejército Ecuatoriano en su día».
Ministro de Defensa Ricardo Patiño, Quito 17 de Marzo de 2017
Poema
Un poema corto, pero con gran mensaje. El presente es un poema dedicatoria.
En homenaje a Tarqui
Murialdo Chicaiza
Corría el año mil ochocientos veinte y ocho
José de La Mar, el Presidente peruano
Desleal con Bolívar, traidor y tirano
Con muchos batallones, incluyendo Ayacucho,Invade nuestro territorio en forma aleve
Olvidando su natal origen: Cuenca
La ambición es grande y se atreve.
Antonio José de Sucre, su sinrazón trunca,pues se enfrentan los dos ejércitos
en el Portete de Tarqui es la lucha fratricida
la Patria Grande está sangrante y dolorida
el triunfo es ecuatoriano, lo proclaman los vientos.
Jaime E. Zeas
Por agradecimiento se deberia tambien publicar los nombres de los Generales, Jefes y tropa que pelearon o murieron en esta guerra en defensa de Ecuador. Algunos de los que sobrevivieron se quedaron a vivir en Ecuador.