José María Velasco Ibarra gobernó por más de trece años al Ecuador y dedicó más de 40 años de su vida a hacer política. Tal fue su dedicación y entrega que fue presidente en cinco oportunidades sin dudar en pactar con un bando u otro. Al final todos reconocen la profunda huella que, con su gestión pública, ha dejado en la historia de este país.
Biografía de José María Velasco Ibarra
José María Velasco Ibarra nace en la ciudad de Quito en 1893, un 19 de marzo. Su padre Juan Alejandrino Velasco Sardá y su madre Delia Ibarra Soberón tuvieron una descendencia de doce hijos, ocupando José María el lugar ocho, de ellos apenas cuatro alcanzaron la edad adulta: María Lucila, José María, Pedro Francisco y Ana María.
Vida Familiar
Su padre fue uno de los primeros ingenieros con formación en la Escuela Politécnica de Quito y su madre fue la que se encargó de su educación en sus años iniciales. Durante esos años vivieron en la pobreza, tanto así que, al morir su padre en 1909, el arzobispo González Suárez donaba una pensión a la familia.
Se casó en 1923 con la ambateña Esther Silva Burbano, de la cual se divorcio más adelante. En 1938 contrajo de nuevo nupcias con la compositora y poetisa argentina Corina Parral Durán. No generó descendencia de sus dos casamientos.
Su esposa Corina Parral murió en Buenos Aires en febrero de 1979, al caer de un autobús. Ella era la madre, consorte, consejera y puerto emotivo y espiritual de este referencial personaje. Los esposos Velasco Ibarra no poseían auto, ni otros bienes materiales. Esto facilitó que el doctor Velasco Ibarra regresara a Ecuador, donde obtuvo demostraciones de cariño y respaldo del pueblo ecuatoriano.
«Regreso a meditar y a morir» expresó a su arribo y así ocurrió días después, debido a su prolongada edad, no aguantó el fallecimiento de su esposa y murió el 30 de marzo de 1979 en Quito a los 86 años de edad. El cortejo fúnebre desde la iglesia de San Francisco hasta el camposanto de San Diego, fue la postrer masiva expresión del pueblo a su indiscutible líder el Dr. José María Velasco Ibarra.
Educación
Hizo estudios de secundaria en el Seminario Menor San Luis y Colegio San Gabriel de los jesuitas, ubicados en Quito. Obtuvo el título de abogado a los 29 años en la Universidad Central del Ecuador con un proyecto doctoral sobre el movimiento sindical. Laboró en la educación universitaria, en la oficina del Consejo de Estado, en el sindicato de la Municipalidad de Quito y de la Asistencia Pública. Para el año 1930 estudió Filosofía del Arte y Derecho Internacional en la Sorbona y el Colegio de Francia. Estando en Europa, fue electo diputado por la Provincia de Pichincha.
Tempranamente se dio a conocer en los estratos políticos por su valentía y sus discursos, al igual que por la pasión, convicción y sabiduría de sus escritos en el diario El Comercio de Quito, en el que redactaba la columna «Acotaciones» bajo el apodo de «Labriollé». Por sus ensayos obtuvo el mérito de ser incorporado a la Academia Ecuatoriana de la Lengua. Igualmente fue integrante de la Academia de la Historia, honor que mereció gracias a sus publicaciones sobre el pensamiento Bolivariano y sobre las ideales constitucionalistas de Rocafuerte.
Características
Velasco Ibarra retorno a Ecuador para integrarse al Congreso en el año 1933. Fue electo como parte de la fracción conservadora y, al cabo de unos meses, fue designado presidente de la Cámara de los Diputados. Realizando tales funciones fue uno de los dirigentes opositores contra el gobierno que encabezaba Juan de Dios Martínez. Las manipulaciones en contra del presidente fueron muy fuertes. Velasco Ibarra lo culpó de haber realizado fraude electoral, aunque nunca surgieron evidencias de ello. No obstante, la presión obtuvo su cometido y el gobierno optó por dimitir.
Primer Periodo Presidencial
Tras la retirada del presidente Martinez se realizó convocatoria para elecciones generales. Velasco Ibarra, que se postuló con los conservadores, ganó los comicios con una gran diferencia a su favor y asumió el puesto el 1 de septiembre de 1834. Su plan de gobierno prometió respeto general y ampliar las libertades ciudadanas, prestar una educación laica, aunque sin someter la católica, y renovar la organización judiciaria del país. Igualmente, exhibió un plan económico para recuperar las cuentas del Ecuador.
Desde sus comienzos se enfrentó con la oposición de la Cámara de Diputados. Ni la propuesta económica ni la internacional agradó a los congresistas y, adicionalmente, Velasco se ganó la animadversión de todas las fracciones políticas por distintas razones. Liderando la oposición se hallaba Arroyo de los Ríos, un liberal con un gran soporte político. Velasco perdió la tranquilidad y en apremiada decisión, desconoció al Congreso y procedió a convocar una nueva Asamblea Constituyente.
A continuación, se produjeron oleadas de detenciones de la mayor parte de los legisladores adversarios políticos. Los atropellos realizados provocaron varios alzamientos populares. El ejército, elemento clave en el devenir de los acontecimientos, se colocó del lado del pueblo. Velasco Ibarra acabó siendo detenido y tuvo que renunciar el 20 de agosto de 1935, marchando al exilio poco después.
Se vio en la necesidad de exiliarse y se trasladó a la ciudad de Sevilla, en el Valle del Cauca, Colombia, donde ejerció la educación escolar. De Sevilla pasó a residenciarse en Buenos Aires, a donde retornaba con frecuencia a través de los reiterados destierros a los que se vio sometido en su extensa trayectoria política.
Segundo Periodo Presidencial
Aun encontrándose fuera del país, Velasco siguió pendiente de la situación ecuatoriana. En 1939, al convocarse nuevas elecciones, decidió presentar su postulación, pero fue vencido por Arroyo del Río. En esta oportunidad el fraude lució más claro y originó que las Fuerzas Aéreas intentaran una revuelta fallida. Velasco, luego de eso, se estableció en Chile, desde donde mantenía contactos con sus simpatizantes, que le daban información de lo que ocurría en Ecuador.
Velasco mantuvo su exilio, esta vez en Pasto, Colombia. La guerra de Ecuador contra Perú en 1941 y el Tratado de Río de Janeiro (que implicaba la pérdida de territorio del Ecuador) terminaron siendo dos de los más destacados motivos que dispararon la Revolución del 28 de mayo de 1944. Velasco, a solicitud de distintas tendencias políticas y con gran apoyo popular, retornó para la fecha a Ecuador.
Se remitió una comisión con la intención de regresarle al país y, desde Ipiales, se dirigió a Quito, donde el pueblo lo recibió en forma jubilosa. Para esta oportunidad se postuló a los comicios en una alianza en las que destacaban fuerzas de izquierda, siendo electo para el periodo 1944-1948. Fue designado mandatario el 1 de junio y su primer acto fue la convocatoria de una Asamblea Constituyente para promover una nueva Constitución. El 10 de Agosto la Asamblea Constituyente le escogió como presidente constitucional.
A través de su segundo mandato hizo muchas obras y diseño una política internacional que llevó al Ecuador a ser parte de la Flota Mercante Grancolombiana y a incorporarse a la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Velasco Ibarra dirigió la economía con sensatez y honestidad. Creó la Casa de la Cultura y la Universidad Católica de Quito, dio prioridad a la educación pública, dictaminó la Ley de Escalafón y Sueldos para el Magisterio Nacional e comenzó varias obras de interés público.
Velasco trató de homogeneizar las distintas ópticas en su gabinete, pero las diferencias surgieron muy pronto. Izquierdistas y conservadores, exponiendo sus propios razonamientos fueron tomando distancia del presidente, lo mismo ocurrió con los liberales. Al mismo tiempo, la inflación no se podía detener, lo que provocó revueltas en las calles. El gobierno parecía tener corta vida.
El libreto de su primer gobierno fue casi imitado. Para marzo de 1946 indicó que se estaba tramando un complot para tumbarlo y, de nuevo, se transformó en dictador. El sometimiento de las facciones izquierdistas fue muy agresivo, colocando al país en el caos.
Exponiendo variadas motivaciones, en marzo de 1945 Velasco y su secretario de Gobierno, Carlos Guevara Moreno, impulsaron un golpe de Estado que sumergió al país en una real anarquía. En agosto de 1946, la nueva Asamblea Constituyente le repuso como presidente constitucional hasta que, tras una nueva revuelta popular, en agosto de 1947, su secretario de Defensa, el coronel Carlos Mancheno, le forzó a la renuncia y posterior expulsión del país.
Tercer Periodo Presidencial
Retornó al Ecuador en 1952 y para el 1 de junio contaba con el soporte de variadas fuerzas políticas (Concentración de Fuerzas Populares, comandadas por Guevara Moreno y algunos disidentes conservadores) que le acompañarían en los Comicios Presidenciales de Ecuador de 1952 en los cuales triunfó con la votación más alta registrada hasta entonces.
Su gestión fue suficientemente productiva, siendo relevantes sus mejoras educativas y el plan de vías que fomentó. Este fue la única presidencia que pudo completar en su totalidad y, de hecho, mantuvo un enorme apoyo del pueblo. Su gobierno fue entre 1952 y 1956, volviendo a sus faenas pedagógicas en Buenos Aires al concluir su período.
Velasco había expresado en varias oportunidades a través de su tercera gestión que se apartaría definitivamente de la vida política, pero ante la perseverancia de sus acólitos consintió una nueva candidatura presidencial para 1960.
Cuarto Periodo Presidencial
En 1960 retornó al Ecuador y el 5 de junio compitió en los comicios electorales triunfando por mayoría de votos. En esta oportunidad, desde el inicio de su gestión fue obvia la diversa composición del bloque de gobierno y su frágil estructura, agregándose a ello la crítica condición de la economía que exigía una política de sobriedad. No obstante, de nuevo activó grandes proyectos que necesitaban una enorme inversión, lo que implicó un decreto de devaluación de la moneda que disparo la revuelta y el enfado popular.
Por otro lado, surgieron severos casos de corrupción y su afinidad con el vicepresidente era de evidente confrontación. En este periodo la inestabilidad hizo que el gobierno solo se mantuviera algo más de un año. Sin lograr finalizar este cuarto período, fue derrocado por un golpe de Estado el 7 de noviembre de 1961. El Congreso lo reemplazó por el vicepresidente Carlos Julio Arosemena Monroy, retornando Velasco a su exilio en Buenos Aires.
Quinto Periodo Presidencial
Con 75 años, Velasco Ibarra aún disponía de fuerzas para retornar a Ecuador y volver a postularse a unos nuevos comicios. En las elecciones de 1968 Velasco salió victorioso por quinta oportunidad y se posesionó de la magistratura bajo desfavorables circunstancias: crisis impositiva, disgregación social, obligaciones legales y escasez de apoyo legislativo y político.
Con esta sombría perspectiva, los nuevos dirigentes velasquistas decidieron acordar una pacto formal con el grupo de la Izquierda Democrática en espera de una gobierno de coalición. Al principio el acuerdo fue operativo, pero el presidente, al verse limitado y sin capacidad de realizar las enmiendas legales que consideraba indispensables, disolvió la alianza.
Este mandato estuvo signado por una crisis de la economía que muchos señalan que fue provocada por las políticas ejecutadas por el gobierno. La réplica por parte de la facción izquierdista obrera fue muy tajante, con abundantes huelgas y protestas que alcanzaron altos niveles de agresividad en numerosas oportunidades.
Su razonamiento social se había vuelto extremo. Después de dos años de gobierno, no reconocía la Constitución y se arrogó todos los poderes con la finalidad de consumar el mandato que le había otorgado el pueblo mediante el voto. Disolvió el Congreso proclamándose dictador. Igualmente desconoció la actual Constitución y llevó al país a regirse por la de 1946.
Otro elemento que ocasionó su caída fue su aproximación a Cuba y a Chile. En la plenitud de la Guerra Fría, los contactos que llevaba con Fidél Castro y Salvador Allende no fueron del gusto de los estadounidenses ni de los grupos conservadores ni de los militares de su país. Faltando cinco meses para concluir su quinto mandato fue removido por las Fuerzas Armadas en febrero de 1972.
De 1972 a 1973 Velasco impartió diversas conferencias en Buenos Aires y Santa Fe. Hasta el año 1979 se enfocó principalmente en la lectura de contenidos religiosos e históricos, a redactar cartas, a caminar por la calle Florida de Buenos Aires, a vivir como le era usual, y aún más, teniendo una existencia austera, organizada y estricta.
Sexto Mandato
Cuando se hizo la convocatoria para las nuevas elecciones presidenciales de 1977 por el Consejo Supremo de Gobierno, hubo personalidades que le solicitaron liderar el sexto velasquismo. Su respuesta fue definitiva: «A mis 84 años, con un riñón menos, mi memoria e imaginación retentiva fallan frecuentemente. Mis años me someten a un proceder austero y dar fe de mi renuncia a la fatua vanidad».
Ideología
Velasco Ibarra dirigió el país bajo trances económicos (1934-1935), en la fase posterior a la crisis territorial (1944-1947), a inicios del «boom» bananero (1952-1956), al principiar la revolución castrista (1960-1961), y en las etapas previas al «boom» del petroleo (1968-1972). Trece años de mandato y cuarenta años como referencia política dieron fe de lo resultante de la influencia populista en contraste con la inestabilidad.
El velasquismo tuvo como precedente histórico la corriente conservadora Compactación Obrera Nacional originada en Quito alrededor de la candidatura de Neptalí Bonifaz. Su rol más destacado fue integrar al sistema político a aquellos sectores tradicionalmente excluidos del mismo. Introdujo una novedosa modalidad que reunía a votantes y no votantes. El historiador Alfredo Pareja Diezcanseco expresa que «tarea compleja es definir la ideología de Velasco Ibarra. De modo general se habla de un liberal católico, con interés en las reformas y pasión progresista, muchas veces de manera improvisada».
El sociólogo Esteban del Campo destaca el carisma del dirigente populista: «No seria sensato negar que desde su aparición José María Velasco Ibarra ha destacado en la vida política ecuatoriana principalmente por sus cualidades de verdadero caudillo. Con características personales que no han sido equiparadas en nuestra historia contemporánea (…) La conducción carismática de Velasco Ibarra se ha inclinado hacia un «bonapartismo» (personalismo autónomo de los partidos) mucho más propio de él dada su ambigua postura ideológica que le ha sido usual»
Velasquismo
El velasquismo es, sin duda alguna, el evento político más resaltante del Ecuador contemporáneo, Basta rememorar que Velasco ha obtenido triunfos en cinco comicios presidenciales y pudo liderar un movimiento subversivo (el del 44). Ha fascinando de manera permanente a los sectores populares sin dejar de restar favores gubernamentales a las clases dominantes.
Sorprende, adicionalmente, su destreza para ganar el apoyo de los conservadores y parte considerable del clero sin enemistarse con los liberales. No descartó en especificas circunstancias alianzas de facto con los socialistas y aún los comunistas. De tal manera que, Velasco, ha podido controlar el escenario político ecuatoriano por un periodo que bien podría ser de 40 años. Desde 1932 en que surgió por inicial oportunidad como personaje publico destacado, en el Congreso, hasta el año 1972, año en que debería finalizar su quinta gestión.
La posición ideológica colocó a este hombre que contestó lo siguiente a un reportero que le solicitó su postura política: «Yo me siento destinado a una tarea divina del hombre en su existencia, la de colaborar para que tanto la naturaleza como la humanidad pasen del caos a la organización y de las sombras a la luz».
Lo que inicialmente atrapa la atención del investigador de esa etapa histórica inmediatamente previa al surgimiento del velasquismo, es que en un periodo de solo diez años haya ocurrido el total derrumbe de tres formulas que controlaban al país. Efectivamente, del año 1922 a 1925 se derrumba el sistema enarbolado por la burguesía de Guayaquil (formula liberal); en 1931 se viene abajo, golpeado por la anarquía económica y por sus fragilidades propias, la administración «juliana» pequeñoburgues (formula militar-reformista) y en 1932 es derrotada la «solución» de los hacendados de la Serranía (formula conservadora).
Terminamos, entonces, en una clase de «vacío de poder», que se mantendrá por prolongado tiempo y se constituirá en el suelo preparado para que crezca el velasquismo. Pues, de un lado la burguesía agrícola-exportadora no tendría posibilidad de retomar el poder político por la opción de los votos. Conocida su falta de popularidad y la debilidad sufrida por el efecto de las crisis en la economía en los años 20 y 30. Tampoco podría con las armas, ya que los militares se oponían expresamente al llamado dominio «plutocrático».
Esta crisis de poder es el elemento primario que debe contarse para explicar correctamente el fenómeno velasquista. No se puede olvidar que la crisis de poder se desarrolla en el marco de la crisis de la economía de los años 30. No es un dato a menospreciar si se recuerda que las victorias más relevantes de Velasco han correspondido con situaciones similares: el júbilo del 44 sucedió «cuando se hizo evidente el evento inflacionario de la moneda con su consecuente especulación, alza del costo de la vida, depreciación de valor monetario», y la victoria arrolladora del caudillo en 1960 ocurrió en un momento decisivo para la «economía del banano».
Las Caídas del Caudillo
La circunstancia de que el candidato Velasco y el gobernante Velasco se desplazan en espacios distintos hace referencia al fenómeno, al parecer insólito, de que el idolatrado por muchedumbres haya sido depuesto tantas veces, con tanta facilidad y sin que sus partidarios nada hiciesen para defenderlo. Agregado a ello, su misma dualidad de doctrina y de programa, tan efectiva cuando se trata de elecciones ya que aglutina a los elementos más diversos alrededores de una idea abstracta en el que cada uno coloca su optimismo e interés, se devuelve contra el caudillo cuando ejerce el gobierno.
Para empezar, el basamento propiamente popular se vuelve nada tras el «triunfo» por la ausencia de estructura y objetivos concretos del subproletariado. El mismísimo Velasco así lo escribe, tras su primera caída: «No hay Presidente que se mantenga si, aparte de los elementos burocráticos, no esta soportado por alguna agrupación social congruente, sabedor de los ideales y del camino».
En segunda posición, el oportunismo aparece prontamente, particularmente en los sectores medios que lo han apoyado. Aún haciendo referencia a las bases indígenas de Velasco es de notar que, «en parte significativa, al contar con su soporte en esta clase de sectores (que tiene una disposición claramente oportunista, poco diáfana y con una óptica solo inmediata de sus perspectivas), sus propias posibilidades de mantener el poder se han visto afligidas.
Al final, Velasco queda confrontado ya no a «su» pueblo, sino a las agrupaciones organizadas de la sociedad. La parte inicial de sus gestiones ha sido siempre, por ello mismo, un instante sin color, pero de gran expectativa. Todos le piden definición y mantiene presión para traer agua al molino. Al inicio el caudillo aguanta, intentando mantenerse «por arriba de los intereses de algún particular o de un partido».
Esta en búsqueda de la «unidad de los ecuatorianos» e intenta mantener, oralmente, una linea política sobradamente equivoca de tal manera que ni las oligarquías se inquieten ni el pueblo pierda las ilusiones. Pero ninguno queda complacido con ello. Las coacciones se elevan y la situación comienza a estropearse en todos las áreas cuando, hartos de sus palabras, algunos agrupaciones organizadas, como sindicatos, optan por comportamientos de hecho, y los sectores hegemónicos, enfurecidos por lo que reconocen como falta de decisión y veleidades del caudillo, le dan el ultimátum.
Velasco tiene entonces que bajarse del olimpo y optar por uno de los contendientes. Termina por acordar de forma abierta, sea con los conservadores, sea con los liberales (usualmente con algún sector hegemónico, pues Velasco nada tiene de subversivo), 0 por soportarse en el ejercito y hasta proponer un golpe de Estado. Entendiendo que, al realizarlo, manda a la oposición no solo a los sectores con organización del pueblo, sino igualmente a las fracciones de la clase pudiente que no han participado del «pacto».
La oposición del ala izquierda se presenta por medio de protestas estudiantiles y huelgas obreras y la presión aumenta. Las clases con las que el caudillo ha hecho pacto consideran entonces la situación: si Velasco, que ha sido admitido como medio de manipulación de la población pierde ese papel y se transforma en elemento «perturbador», lo sacan del poder y la clase hegemónica en conjunto busca la solución más sana.
En referencia al subproletariado, con el que el líder ha perdido contacto, lo deja con tanta mayor facilidad a la par que el eco mesiánico del discurso velasquista de la etapa eleccionaria se ha disuelto ya. Solitario y desamparado, el «apóstol» de las muchedumbres tiene que aceptar su partida.
Obras de José María Velasco Ibarra
Agregado a su carrera política, que lo transformó en uno de los personajes más relevantes (y controvertidos) de Ecuador, Velasco Ibarra fue igualmente reconocido por su obra literaria, en la que consideraba temáticas políticas y jurídicas. Los comentaristas dan fe de su sabiduría y la profundidad de sus razonamientos. De 1920 a 1929, con el seudónimo de «Labriolle» publicó artículos para El Comercio de Quito y con su verdadero nombre escribió varios libros:
- Cuestiones americanas (1931)
- Democracia y constitucionalismo (1929)
- Estudios varios (1928)
- Meditaciones y luchas (1930)
- Conciencia o Barbarie (1936)
- Expresión Política Hispanoamericana (1943)
- Experiencias Jurídicas de América (1943)
- Derecho Internacional del Futuro (1943)
- Tragedia Humana y Cristianismo (1951)
- Caos Político en el Mundo Contemporáneo (1963)
- Servidumbre y Liberación (1965)
Discurso de José María Velasco Ibarra
«Vosotros, aquí abajo, estáis diciendo: revolución, revolución; la palabra revolución, amigos míos, es una palabra fácil de emplear, pero muy difícil de ejecutar. Tenemos que vencer, oídmelo bien; no podemos, no debemos trastornar cruelmente y tontamente el país; sería peor la falta de trabajo, el caos, sería mil veces peor que los problemas que tiene la República; tenemos que ir todos los días reformando una cosa, cambiando otra, sin cesar, cambio profundo, obras profundas, diariamente, todos los días. ¿Queréis revolución? Hacedla primero dentro de vuestras almas. El amor a la humanidad, el amor a la Patria, el saber luchar, el saber hacer sacrificios, sin amilanarse, eso es la revolución. El amor al progreso y a la justicia, de todos los días, venciendo todos los obstáculos y todos los trabajos.»
Frases
“Otros son mis deberes supremos, hay mucho que estudiar, que amar sutilmente. Hay algo en la vida que hacer. Yo no tengo dinero pero, al menos, viviré libre, amando mis teorías, mis anhelos. Ideas y teorías humildes sí, pero que no supeditan mi vida ni ahogan mi libertad”
“No importa que no haya dinero, dadme un balcón y seré presidente”.
«Mucho más se llena la vida de un hombre con veinte años de heroísmo como Calderón, que con sesenta de ociosidad y de miseria»
«La aviación es lo más excelso de la especie humana. Es el hombre en busca de la aventura, es el ser que se desprende de la vulgaridad de la tierra, para comulgar con la pureza del cielo y desciende luego a purificar la tierra, después de haber recibido la comunión de lo infinito»
KARYM ALEXIS
quiero 15 obras de el